jueves, 31 de mayo de 2018

Colombia; democracia de rostros y egos.


Hace algunos días logré acercarme con un poco más de claridad al sistema electoral alemán, que por cierto me parece muy interesante y al cual quiero citar como ejemplo en esta complicada situación política que está a travesando mi muy muy adorada Colombia.

Los ciudadanos alemanes tienen derecho a dos votos, uno de los cuales es por un candidato específico y el otro por un partido, votos que posteriormente conformarán el Budestag que es el parlamento quien se encarga de escoger al canciller que en pocas palabras es la persona que cumple con las funciones ejecutivas, lo que nosotros llamaríamos nuestro presidente.

En Alemania las personas votan por ideas no por caras y personalidades. Si bien se vota por candidatos en particular los votos más importantes son hacía los partidos políticos, es decir ideologías no personas, con los cuales posteriormente se compone el parlamento. 

Esto para mí ha sido un llamado a la razón, y ahora quiero compartirlo con ustedes. Esto es un llamado a dejar de pensar con tanta pasionalidad, egocentrismo y arrogancia, dejar de dividirnos por las caras por las que votamos o no. Esto va más allá, esto está basado en las ideas, en las ideologías y las propuestas y en lo que nosotros queremos para nuestro país. Creo que usted que está leyendo esto, tanto como yo amamos a nuestra tierra, y no tengo que decirlo pero quiero, y es que estando lejos en cuando más la valoramos, así que me he sentido muy muy afectada por todo lo que está pasando.

Este mensaje que llevé mucho tiempo pensando en escribir pero no estaba segura, es para que paremos un segundo tanto debate inocuo sobre personalidades de nuestros candidatos y veamos más allá. Dejemos el maldito extremismo y seamos más racionales, hablemos basados en hechos y no en hipótesis. Recordemos nuestro pasado por favor, atemos cabos y entendamos el por qué estamos donde estamos y aunque quizá contraríe lo que dije de dejar de poner nombres propios a nuestras ideas, este mal es tan grande y tiene tanto poder que Uribe ya no es una persona, es una jodida enfermedad de nuestro país. Quizá por no querer repetir dictaduras dañinas y corrosivas es que los alemanes trascendieron el derecho al voto por ideas y no por personas como al parecer seguimos haciéndolo nosotros.

He leído muchas  opiniones de muchos de ustedes y he encontrado posiciones que comparto mucho como el que lo más viable y efectivo por ahora para oponernos al mal que por más de 14 años ha jodido a Colombia, es darle una oportunidad a un país más justo, en el que se respete el tan valioso e importante derecho a la educación,  darle una merecida oportunidad a la lucha contra la corrupción que sin duda es uno de los males que más sufre nuestro país (aparte de Uribe que vienen siendo sinónimos), un sistema de salud eficiente y de calidad, lucha contra la pobreza, tierras productivas para esa población que tanto traemos a flote pero que al parecer no sigue importando un carajo como son nuestros campesinos, pero sobre todo no acabar con la esperanza que todos tenemos  de continuar con un proceso de paz, el cual no ha sido ni será fácil y sobre el cual se deberá trabajar pero por favor no necesitamos ser de derecha, de izquierda, de centro, sino colombianos, para ser conscientes de que la paz es algo que Colombia merece y que esta búsqueda nos ha costado mucho trabajo y sobre todo muchas vidas. Seamos conscientes por favor de que si gana Duque todo eso se irá al carajo.

Tristemente por temas de ego es que ahora debemos irnos a segunda vuelta y no tenemos aún presidente, porque todos queremos ser el que brille y no podemos centrarnos en lo importante que ahora mismo es la situación política de nuestro país. Las cifras lo han dicho, el pueblo está cansado de lo mismo y que la suma de los candidatos alternativos fuera más alta que la de los de siempre es alentador, sin embargo, aunque estamos cansados no somos capaces de unirnos, de aliarnos, de dar la pelea. De una u otra manera constitucionalmente Colombia tiene un sistema de pesos y contra pesos, y quizá la alternativa que tenemos con Petro no vaya a ser perfecta, porque no, no lo creo, es mucho más fácil desde mi punto de vista contraponer algunas de sus ideas y modelos de gobierno, que desgastarnos otros 4 años (y más) luchando en contra de un criminal con mucho poder y muy poca ética.

Lastimosamente no alcancé a inscribir mi cédula para poder votar acá y por eso también me he sentido muy frustrada, pero si me gustaría que hagan el ejercicio de suprimir caras de sus opiniones y vean un poquito más allá. Cada uno de ustedes tiene su derecho de pensar y votar por quien quiera, incluso en blanco aunque llegue a ser tan inútil en este momento, pero también nosotros como colombianos, como un país, como una masa tenemos el derecho y sobre todo el deber de escoger en manos de quién vamos a dejar nuestro país, nuestras tierras, nuestros recursos, nuestras leyes y sobre todo nuestra gente por los siguientes 4 años. Por favor colombianos, no nos polaricemos y unámonos para luchar en contra de un tirano que nos ha tenido hundidos en nuestra miseria por muchos años, ¡NO MÁS URIBE!


martes, 4 de julio de 2017

"Quien no vive para servir, no sirve para vivir"

Para empezar esta entrada quiero que hagan un ejercicio mental conmigo: Recreen un día cualquiera dentro de su rutina semanal, suena su despertador, ustedes se levantan de su cómoda y calientica cama, se alistan para tomar un baño de agua caliente con jabón, shampoo, salen después de esa deliciosa ducha, se visten con una muda de ropa diferente a la que usaron el día anterior y posiblemente diferente a la del siguiente día, abren su nevera y utilizan lo que necesitan para prepararse un delicioso desayuno, se lo comen, salen de sus casas rumbo a sus trabajos y en la esquina de su casa o camino al paradero del bus está un reciclador hurgando en los desechos que ustedes y su barrio dejaron para ver qué le sirve para vender como reciclaje y si está de buenas a ver qué consigue para comer, algunos de ustedes agarran más fuerte sus pertenencias por temor a que esa persona les haga algo, otros simplemente lo ignoran y otros ni siquiera se percatan de la existencia de ese ser humano en medio de la basura, toman el medio de transporte que suelen utilizar para llegar a sus trabajos, están allí todo el día, almuerzan algo delicioso y por supuesto caliente, salen, regresan a sus casa, cenan y vuelven a su cómoda cama hasta la mañana siguiente para repetir la misma rutina del día anterior.
Normal, ¿cierto? Repetitivo ¿quizá?

Les cuento que para un alto porcentaje de personas que viven en nuestra misma ciudad no es algo normal, ni repetitivo, es un privilegio que quizá muchos nunca alcanzan a tener.

Quiero empezar por presentarles a este hombre




Se llama Manuel Antonio Acosta y tiene 70 años. Manuel es ese reciclador que usted vio camino a su trabajo y es uno de los miles de recicladores que ustedes han visto en las esquinas de la cuadra de sus casas, en las calles camino a sus trabajos, en los callejones de regreso de sus universidades. Manuel, como el resto de nosotros con trabajos, profesiones, educación y sobre todo millones de privilegios, tiene sueños, siente hambre, frío, necesita un abrazo algunos días y llora algunas noches en su rancho que lucía así:





Una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida me llevó a cruzarme en la vida de Manuel, para tener el privilegio de, junto con un grupo de 11 almas repletas de amor y voluntad, construir su nuevo hogar.

TECHO organiza construcciones masivas en las que voluntarios de varias ciudades del país unen su fuerza, su energía y sobre todo sus enormes corazones y regalan dos o tres días de su semana para construir viviendas de emergencias en barrios que un gran porcentaje de nosotros no tenemos idea de que existen. En barrios que son testigos de la violencia de nuestro país, que reciben cientos y miles de personas que no poseen absolutamente nada y buscan desesperadamente un terreno en el que al menos puedan levantar unas latas, unas tablas o cualquier material que convierten en sus casas dentro de las cuales puedan soportar las frías y lluviosas noches de Bogotá.  Barrios en los que crecen niños viendo a sus papás llorar y en estado de impotencia y desespero, que usted y yo efectivamente no podemos llegar a discernir, porque no tienen dinero para darles de comer. Barrios que presencian la guerra por terrenos entre personas en las mismas condiciones. Barrios invisibles para la mayor población de la ciudad pero que albergan almas y seres como usted y como yo que tenemos el placer de estar de este lado, escribiendo y leyendo esta entrada desde la comodidad de nuestras camas en nuestros Smartphones o nuestros computadores.

Brisas de la Arenera es  un barrio ubicado en la comuna 4 de Soacha, un barrio que antes de convertirse en el hogar de cientos de familias era, efectivamente, una arenera. Manuel hace parte de esas personas que literalmente invadieron este barrio para poder subsistir en la periferia de esta salvaje ciudad.

Manuel llegó a Brisas de la arenera inicialmente  para cuidar un terreno de alguien más, alguien que posteriormente decidió que no lo necesitaba más y que en consecuencia don Manuel no podía continuar pasando sus noches allí. Líderes de la comunidad buscaron la manera de ubicar a don Manuel en un lote en el que poco a poco fue levantado con tablas un rancho que lo protegía de la intemperie. En este momento muchos de ustedes ya se estarán preguntando por la familia de este hombre, ¿con quién ha estado durante este proceso? ¿Y su esposa? ¿Y sus hijos? pues les respondo sus preguntas contándoles, con el corazón arrugado, que don Manuel fue abandonado por su familia; su mujer y sus tres hijas hace 10 años, y desde entonces no sabe absolutamente nada de ellas. Así que durante todo este proceso este hombre de la tercera edad ha estado solo buscando la manera de no morir de frío o de hambre.

El fin de semana pasado tuve el honor de conocer este barrio para vivir una de las mejores experiencias de mi vida. Más o menos 200 voluntarios llegamos el viernes a las 11 pm a una de las escuelas en Soacha para quedarnos por tres días y subir a diario a trabajar bajo el sol durante alrededor de 8 o 9 horas para levantarle las 4 paredes y el techo de la nueva casa de 15 familias de Brisas de la Arenera.  Un grupo de doscientas personas distribuidas en diferentes salones de la escuela, durmiendo en sleeping bags, colchones inflables, sin poder ducharnos por tres días se convirtió en un equipo de doscientos niños que cuando llegaban después de darlo todo en el terreno, después de cavar huecos de metro y medio, de cargar pilotes, vigas, paredes y pisos de la casa por barrancos llenos de barro, después de romperse el lomo construyendo una casa, se ponían a jugar, a cantar, a bailar,  a tocar guitarra con una buena agua de panela calientica siempre y a hacer ejercicios grupales que  sólo nos reafirmaban a cada uno lo que nos unió en esa escuela: ¡NUESTRA GENTE, NUESTRO PAÍS, NUESTRA POBREZA, LA ESPERANZA  Y SOBRE TODO NUESTRA SED DE CAMBIO!


Una cuadrilla de doce almas maravillosas conformada al azar nació para dar vida a dos hogares este fin de semana; a la nueva casa de don Manuel y a la nueva familia que se construyó entre todos nosotros; voluntarios y Manuel. Nos convertimos en sus hijos y nietos y él en nuestro abuelo y amigo.






Quizá muchos de ustedes que se tomaron nuevamente el tiempo de leer esta entrada ya habían oído de esta organización, quizá algunos ya han participado en ella y saben y entienden lo difícil que es poner en palabras lo que uno siente en el corazón y en el pecho después de una experiencia como ésta, pero si usted no sabía o no ha participado lo invito desde lo más profundo de mi ser a que se ponga la mano en el corazón y tome el valor, (porque se necesita valor y fuerza para hacerlo) y se arriesgue, le juro que la recompensa que es la sonrisa de la(s) persona(s) a la que le construya(n) va a valer cada quemadura, raspón, golpe, cansancio, dolor y suciedad.




Ver a un hombre como don Manuel llorando de la felicidad dentro de su nuevo hogar le va a inflar el pecho hasta tal punto que no le va a quedar más remedio que romper en llanto y sentirse el ser humano más feliz de este planeta. Ese instante se va a quedar congelado en su memoria para siempre y su vida a partir de ese momento va a tener más sentido. Una experiencia así le va a mostrar que realmente en este mundo hay cosas por las que vale la pena luchar. “¡Esta mierda vale la pena!”

Este fin de semana conocí personas increíbles, construí dos hogares, me quité un velo más que tenía puesto y me devolví a mi casa con el corazón más grande y con el alma más radiante. Cuando tomé una ducha y regresé a la comodidad de mi cama, me sentí la mujer más afortunada y rica del mundo entero. Sentí que el universo me ha premiado con un millón de privilegios y estoy segura que a usted quien me lee también. Abramos los ojos y el alma y entendamos y seamos conscientes cada uno de ellos para que no terminen pasando desapercibidos. No dejemos nunca de darle el valor tan enorme que tienen las pequeñas y simples cosas.





Esta entrada no sólo la hice para invitarlos a que participen  activamente dentro de organizaciones como TECHO sino como siempre, para exteriorizar y así permitir que fluya armónicamente el sinnúmero de emociones y pensamientos que alberga mi ser en este momento.
Manuel me regaló mucho más de lo que yo pude darle a él, Manuel cambió la manera en la que entiendo la pobreza de mi país, el modo en que entiendo al otro y sus millones de circunstancias y eso repercute en un montón de situaciones más de mi vida. Mi cuadrilla y yo le cambiamos de una u otra manera la vida a don Manuel y él nos la cambió a nosotros.


Es cierto que pensar en cambiar el mundo puede llegar a sonar utópica y soñador pero qué sería de nuestra existencia sin nuestra maravillosa capacidad de convertir sueños en realidad. Cambiar UN mundo ya es cambiar EL mundo.






domingo, 12 de febrero de 2017

La generación de los ciento cuarenta caracteres

Image may contain: 1 person




Somos esa generación dentro de la que se están reproduciendo ideas y modos de vida indiscriminadamente que posteriormente tendrán una repercusión grandísima en nuestra sociedad y que nos rehusamos a ver.

Somos la generación del “sin compromiso”, que desvío la maravillosa  y tan trabajada idea de libertad y la transformó en libertinaje, la generación que le teme a construir amor pero que se la pasa haciéndolo todos los días en todos los lugares.

Una generación que no arriesga nada por nada porque nos enseñaron que nada vale la pena, que las personas son desechables y la entrega y el cuidado por el otro no representa nada para nosotros, no concebimos la idea de crecer de una manera que no sea pensando únicamente en nuestro beneficio personal. 

Vamos a ser esa generación de personas ancianas, deprimidas y solitarias, arrepentidas de no haber construido algo más que rascacielos y electrodomésticos inteligentes, una generación que mientras tuvo vitalidad, salud y ganas tiró por la borda y echó a un lado la idea de felicidad por meros placeres inmediatos. 

La vejez (quienes lleguemos a ella) será la encargada de condenarnos.

Cultivar, cuidar, crear, ocuparse de sí mismo y del otro, fueron maneras de vida que nunca consideramos mientras pudimos, porque ¿para qué? ¿Para qué soportar la mierda del otro si puedo simplemente crear relaciones superficiales que suplan mis necesidades inmediatas y una vez lo consiga, desechar? *repetir las veces que sea necesario*.

¿Para qué esforzarme por comprender al otro, por ponerme si quiera una vez en sus zapatos, entender la otredad y respetarla sin descartar la hermosa y grandiosa posibilidad de crear lazos, de construir relaciones? No hacemos más que buscar justificaciones para hacer lo que nuestros caprichos momentáneos nos piden. Y si en algún momento nos arriesgamos a hacerlo, las creamos enfermizas y dañinas, en las que se pone a prueba quién puede pasar más veces por encima del otro, quién manda la parada o quién tiene el sartén por el mango, relaciones en las que no se cree en el otro porque el otro es más un enemigo que un amigo. Engañamos, mentimos y somos desleales, desconfiamos, dañamos y  lastimamos, nos da miedo desnudarnos pero no quitarnos la ropa.

Tenemos miedo de que nos lastimen pero vamos lastimando sin asco, somos una generación de egocéntricos, envidiosos y orgullosos que se come las emociones y los sentimientos para digerirlos y convertirlos en mierda hacia los demás.

Somos seres racionales, tenemos la maravillosa capacidad de creer y crear, de construir, de darle significado y trascendencia a lo que es algo tan natural y biológico como nuestra existencia. Podemos ir más allá, pero hemos decidido quedarnos aquí, incluso un poco más acá, un poco más adentro, un poco más cerrado, un poco más negados.

El esfuerzo y el cuidado están subestimados en ésta; la generación de los ciento cuarenta caracteres, porque a eso estamos reducidos, a un click, a un like, a ciento cuarenta caracteres. Tenemos todo a la mano, tenemos una infinidad de información para nuestro finito entendimiento, tenemos un mundo enorme de literatura pero sólo leemos nuestro inicio de Facebook, estamos en contacto las 24 horas del día con el mundo y estamos más solos que nunca. No conocemos lo real porque nuestras pantallas no nos lo permiten, cambiamos mirarnos a los ojos por ver nuestras historias en Instagram en donde intercambiamos escenas en las que fingimos plenitud cuando no tenemos ni idea, siquiera, de lo que esa palabra significa. Añoramos compartir con el otro para poderlo compartir en las redes y ver la reacción de los otros, porque esa es la única reacción del otro que nos interesa; la virtual. Ya no estamos más allá que en línea, nos hemos ido a la mierda y sí señores, nos vale mierda.

Permitimos que nos impongan maneras de pensar que ni siquiera nos identifican porque lastimosamente no sabemos quiénes somos y no tenemos idea de lo que identidad es.
Estamos envueltos en un caparazón que terminará rompiéndose y quedaremos desnudos ante una realidad que nos carcomerá.

No pensamos qué queremos  enseñarle a nuestros hijos, ni qué mundo queremos dejarles porque simplemente no queremos hijos, no queremos familia y no queremos nada que implique sacrificios o compromisos, nos creemos libres pero estamos irremediablemente atados a nuestro egoísmo.





Somos esa generación de la que odiamos ser parte, pero de la que estamos condenados a ser.





domingo, 20 de noviembre de 2016

Entrada de emergecia






Anoche me enteré que también escribía… ¿hay algo más platónico para alguien que escribe, que utiliza las palabras y la retórica como analgésico y/o estimulante? No, no lo hay, así como tampoco hay nada más devastador que saber que empezó a hacerlo porque está enamorado, y quién más que una mujer que utiliza esto como medicina para comprender la fuerza de ese amor, capricho, obsesión que lo llevó a hacerlo. Uno tiene que estar muy hecho mierda para decidir escribir como medio de sanación.

Lo leí, me encantó. No se escribe bien, se siente y entonces se escribe, se escribe con dolor, con fuerza, con energía, con nostalgia y ahínco. Probablemente la academia tenga un concepto mucho más elaborado de lo que es la escritura, pero los que lo hacemos  para liberarnos, para depurarnos y sanarnos sabemos que si llegamos a sentir al otro mientras lo leemos, ya de entrada lo hace muy bien.

Así lo sentí, lleno de amor y dolor, lleno de esperanzas castradas, con el ego dolorido, triste y con miedo. Mientras lo leía pude haberme ofrecido a sanarlo, a curarlo, a hacerlo reír, a llenarlo de caricias y pequeños besos. Pero aquí estoy escribiendo por él mientras él está allá escribiendo por alguien más. Anoche me di cuenta que mi mayor fantasía es volverme versos de alguien. Es estar en la mente de alguien mientras escribe, qué escenario más romántico y encantador. Pero mientras tanto aquí sigo yo haciendo versos de alguien quien hace de otra los versos más lindos.

viernes, 18 de noviembre de 2016

La quietud del movimiento







Hace unos días recibí una llamada inesperada de una de mis personas favoritas en el mundo entero, una persona con la que no mantengo mucho contacto continuamente, pero que ha sido muchísimo lo aprendido y extraído de ella durante el tiempo que hemos podido compartir, es sin lugar a dudas un pedazo de lo que soy ahora. Contesto el teléfono, empezamos a hablar, le empiezo a contar la cantidad de eventos por los que he estado pasando en estos casi tres meses después de volver y me dice algo tan sabio como lo que ella casi siempre suele decir: “Claro, es que lidiar con el movimiento cuando uno está en movimiento es demasiado sencillo y simple, lo difícil es asumirlo cuando estamos en quietud”.


Y sí, decidí regresar porque he creído firmemente que nuestro espíritu necesita de absolutamente todos los contrastes que podamos ofrecerle, necesitamos movernos, quedarnos quietos, necesitamos estar plenos pero también llevarnos a situaciones en donde cuestionamos tanto lo que somos y lo que hemos hecho que llegamos a sentirnos miserables, necesitamos llenarnos el alma de felicidad y plenitud pero también sentir nostalgia y tristeza. Entre más disparidad le demos a nuestro espíritu más pleno llegará a ser. Así que con base en ese, uno de mis principales fundamentos, decidí volver, dejar y empezar. Construí algo un año y lo dejé atrás, me traje únicamente lo que ese año me ofreció en cuanto enseñanzas y una buena docena de amigos que quedarán para la vida. Volví y presencié el cambio, de la ciudad, de mi casa, de mi familia, de mis amigos, de los bogotanos, me puse a pensar en la cantidad de experiencias que tuve en un año y lo mucho que cambié y exactamente eso pasó aquí, mientras yo no estaba… ese año pasó, esos 13 meses pasaron y modificaron lo que había antes de irme. Empezar a compaginar a la nueva Lina con el nuevo escenario ha sido todo un reto, porque no sólo estoy siendo consciente de los cambios externos sino de los cambios interiores, estoy en un proceso de introspección muy fuerte que me ha tomado trabajo y que me ha costado lágrimas, depresión y confusión. Siento que estoy pariendo una nueva mujer, que estoy mutando y transformándome y nadie, absolutamente nadie nunca me advirtió lo arduo que iba a ser esto.

Ahora decidí entrar en un estado de quietud,  no lo llamen estancamiento pero sí pasividad, es momento de observar ese movimiento de la vida desde un lado, analizarlo, comprenderlo y transformarme con él, pero seguir aquí trabajando en lo que son ahora mis propósitos. (Una quietud del movimiento). Llénense de propósitos, no hay mejor motor en momentos de penumbra que ellos, a veces me cuestiono si decidí correctamente, sí es aquí donde debo estar, si debí volver y empiezo a desorientarme, pero una vez me concentro en lo que me motivó a tomar esa decisión de volver, todo vuelve a su curso, hay propósitos más fuertes y que van más allá de un estado de comodidad y felicidad inmediata.

Siempre he creído que una vez el ser humano empieza a sentirse en su zona de confort debe moverse y continuar, mi vida antes de regresar los últimos meses se estaba volviendo muy cómoda, me fui para salir de la zona de confort y creé otra allá, así que cuál fue la solución… regresar. No nos quedemos más del tiempo justo en esas zonas, no nos estanquemos y no creamos que soltar algo cómodo, aun cuando de entrada traiga desazón, no puede con trabajo arduo y concentración traer algo muchísimo mejor.

Probablemente mi vida entera me la pase en ese vaivén de entrar y salir de y a zonas de confort y asumo ese reto con tal de ser capaz de crecer, aprender y vivir. Tenemos este escenario ahora, en este justo instante ésto lo que estamos viendo, oyendo, experimentando y sintiendo es nuestra materialidad, podemos crear realidades mucho más gratificantes y significativas, todo depende de cuánto somos capaces de soltar, enfrentar y asumir.

Llevo un par de días escribiendo sobre todo lo que estoy experimentando en este momento de mi vida y no estaba segura si quería hacer de ello una entrada a mi blog, pero decidí que sí, así como ese día recibí esa llamada de esa mujer mágica que me dio la base para entender todo esto, así mismo puede alguno de ustedes estar en busca de alguna, mínima o máxima, respuesta, leer esto y encontrarla o al menos direccionarse a encontrarla. Nuestras experiencias y crecimientos no sólo nos enriquecen a nosotros sino también enriquecen nuestro rededor. Porque no olvidemos que aunque a veces no lo sintamos o no seamos conscientes de ello, hacemos parte de un todo.

Se acuerdan que en mis entradas anteriores no hago más que animarlos a que se vayan y que tengan experiencias fuertes y creadoras, adivinen qué, sí, una vez más y después de esto, de haber llorado, de haber estado días encerrada en mi cuarto sumida en depresión, de sentirme fuera de lugar, de sentir que aún no pertenezco a ninguna lugar, aún después de todo esto los sigo invitando a que lo hagan, tomen ese riesgo, sientan eso pero CREZCAN y TRANSFORMENSE, tenemos la habilidad de ir más allá de nuestros instintos, tenemos la maravillosa destreza de darle significados racionales, espirituales y emocionales a nuestra existencia, podemos comprender que estamos en este plano para algo más que nacer, crecer, reproducirnos y morir. Nuestro maravilloso entendimiento y habilidad de razón puede llenar de hermosas representaciones este regalo tan magnifico que es estar vivos. Vayamos más allá, creamos y creemos, que las posibilidades de creación en esta vida son infinitas como para desperdiciarlas.

miércoles, 27 de julio de 2016

Trescientos sesenta y cinco días después...




Transformación del alma (Soul transformation) 
Paisaje Acuarela Lienzo By Nika Moral España




Debo admitir que soy una apasionada mujer intentando darle grandes significados a un sinnúmero de acontecimientos y situaciones en mi vida, me gusta creer en la mística de la vida y en nuestra capacidad de trascender nuestra simple existencia. Por eso el 27 de Julio de 2015 se convirtió en un día especial para mí, ya que fue el día en que tomé la decisión  más trascendental hasta ahora en mi vida, y no, no estoy exagerando, lo ha sido y aunque sé que en el transcurso de mi vida tomaré decisiones con más peso y que me ayudarán a seguir creciendo, hasta entonces seguiré celebrando este día como ningún otro.

Hace exactamente un año estaba reunida con mis amigos y familiares en el aeropuerto Internacional el Dorado despidiéndome de ellos, llorando, abrazándolos y dejando un pedacito de mí en ellos mientras pasaba ese año, esos trecientos sesenta y cinco días que suenan tan largos pero que ahora que echo un vistazo atrás, fueron un parpadeo. Hace un año estaba lanzándome de cabeza a esta aventura que terminó convirtiéndose en la mejor experiencia de vida que he tenido hasta ahora.
La Lina de hoy está diciéndole a la Lina de un año atrás: “Gracias por tomar esta decisión, no tienes ni idea de todo por lo que tendrás que pasar, aún no se te pasa por la mente las personas tan increíbles que conocerás quienes se convertirán primero en tus amigos y luego en tu familia, no sabes cuántos tropiezos habrán pero mucho menos tienes idea del coraje con el que los sortearás, piensas que vas a una ciudad pequeña en Estados Unidos, a Burlington, Vermont  cerca de Boston, cerca de Montreal pero no tienes idea que terminarás regresando a Bogotá desde el otro lado del país, en una ciudad hermosa cerca de Portland y cerca de Vancouver,  no tienes idea que regresarás desde la particular Seattle, desde el otro lado (literalmente), no se te pasa por la mente la dirección que tomará tu rumbo, y mucho menos tienes idea de lo difícil que será decir adiós y regresar a donde estás en este momento, pero tranquila que aunque en un año se te va a partir el corazón y vas a dejar un pedacito de él en Estados Unidos estarás sintiéndote tan plena como jamás has llegado a sentirte, sentirás menos miedo, te sentirás más fuerte, más madura y te darás cuenta que esta aventura es sólo el comienzo de una más grande, así que gracias Lina, ahora súbete a ese avión. ¡Gracias por aventarte, Lina, gracias! Te lo agradeceré toda la vida”.

Tuve que mudarme cuatro veces de casa, afortunadamente muchas personas me tendieron la mano mientras estuve en el proceso de mudanza de una casa a otra, me mudé las cuatro veces de ciudad y una vez de costa Este a costa Oeste que aunque suene inocuo es un cambio abismal en un país tan grande como Estados Unidos. Hice toda clase amigos en 4 ciudades distintas y cada uno de ellos permanece en mi mente y mis buenos deseos todo el tiempo.  Sentí miedo, quise regresarme a casa a llorar en los brazos de mi mamá, tuve noches en las que sólo quería dormir acompañada de alguien, sentí demasiado temor al creer que estaba enferma debido a unos exámenes de sangre que resultaron ser un falso positivo (afortunadamente),  pero también tuve días de entera felicidad, nunca NUNCA dejé de sentirme deslumbrada por cada lugar nuevo que conocía, imagínense pasar 365 días conociendo cada día algo nuevo (ya sea un lugar, comida, personas, palabras, expresiones, costumbres, bebidas) maravillándose con todo, porque todo es nuevo y todo es interesante, imaginen eso… así, así exactamente viví por 365 (más 30 días que me quedan), viajé todo lo que pude y lo que el universo me permitió, conocí  20 estados y más de 25 ciudades, tuve la maravillosa suerte de hacer un roadtrip desde el estado de Virginia al estado de Washington,  acampé, utilicé couchsurfing, utilicé airbnb, pagué hostales y hoteles de lujo, nadé en ríos, mares, canales y piscinas, hice un crucero, me subí en atracciones mecánicas y pasé noches contemplando las estrellas, me fui muchas veces de hiking y me di cuenta que es uno de los hobbies más hermosos que tienen los Norteamericanos. Pude ayudar a cumplir uno de los sueños de mi mamá que era venir a Estados Unidos.  Me enamoré, hice amigos que ahora son mi familia, probé nuevas comidas, me di cuenta de lo mucho que me gusta ahora el Pho (bueno la comida vietnamita en general), el Thai Tea y el helado de Mint Chip. Aprendí a manejar y a cocinar, dejé de esperar que alguien más me organizara el cuarto y me lavara la ropa, me di cuenta que estoy a cargo de nadie más que de mí, aprendí más que en ningún lugar de 6 niños con los que estuve trabajando a lo largo de este año. Salí de esa zona de confort en la que estuve tanto tiempo y a la cual espero nunca regresar.

Llevo días intentando poner en palabras todo lo que estoy sintiendo experimentando y pensando en este momento, estoy a 30 días de regresar a Bogotá, de volver a dormir en mi cama, de volver a vivir con mi mamá, mi abuela y mis hermanos, estoy a un mes de darle un abrazo por un buen tiempo a todos mis amigos aquí, de tener que decir adiós, y para ser sincera, si me preguntan cuál fue la parte más difícil de esta experiencia sin duda alguna responderé que fue ésta; despedirme, irme, dejar. Y aunque fue exactamente lo mismo que hice hace un año no tiene comparación alguna, ya que me vine sabiendo que en algún momento debía regresar,  de aquí me voy y quizá no vuelva, a ellos los abrazaré y si lo vuelvo a hacer probablemente pasarán unos buenos meses/años. Estoy diciéndole adiós a esa familia que con tanto esfuerzo construí y eso me parte el corazón en pedacitos. Estoy cerrando un capítulo de mi vida que escribí con el sudor de mi alma y pues se imaginarán todo lo que de allí se desprende.

Sin embargo, por otro lado está mi ansiedad de regresar para ser realmente consciente del cambio tan brutal que hubo dentro de mí, sólo hasta que pise Bogotá y cierre este capítulo de mi vida es que realmente notaré todo lo que se transformó, mutó y creció. Y no se imaginan las ganas tan enormes que tengo de conocer esa nueva Lina.

Vivir fuera del país en un lugar donde no se habla tu idioma, donde no tienen las mismas costumbres y donde día a día estas exponiéndote a conocer personas de distintitos lugares del mundo con distintas maneras de entender la vida, es el mejor riesgo que puedes correr. Es la mejor inversión y decisión que alguien puede hacer con y para su vida. Darse a uno mismo la oportunidad de volver a maravillarse con cada lugar y cosa nueva que se conoce, no tiene precio. Irse para encontrarse.
Hace un año hice una entrada con la cantidad de emociones que experimentaba al estar recién llegada  y ahora hago otra entrada con otro cúmulo diferente al tener que despedirme, sin embargo me mantengo incólume en mi consejo de que se vayan, de que dediquen tiempo para ustedes, para su alma, para su trasformación, sea como sea que quieran llegar a ella, ¡háganlo!, yo tuve que irme un año y sortear todo lo que tuve que sortear para poder conseguirlo y hoy un año después y a un mes de regresar a mi país el corazón y el alma se me hinchan de emoción porque conseguí lo que quería hacer, de hecho, el universo me permitió conseguir más de lo que pretendía.

Llevarnos al límite para efectivamente conocernos, obligarnos a salir de lo cómodo, de lo conocido, de lo fácil, aprender a hablar otro idioma, aprender a comer otra clase de platos, escuchar nueva música, aprender a escuchar las historias que las personas tienen por contar, inmiscuirse por completo en una comunidad para ir entendiéndola más profundamente, aprender a jugar dinámicas que se construyen en cada lugar sin dejar de ser lo que se es; una apasionada, sensible, sonriente mujer sedienta de aventura.

Y aunque estoy escribiendo los últimos párrafos de este capítulo (intentando alargarlo un ratico más) ya voy preparando las hojas nuevas para continuar con el que sigue. Una vez que te avientas a empezar a escribir significativos capítulos en tu vida no te puedes detener. Hagamos de nuestra vida un librito repleto de capítulos donde conmemoremos la maravilla que es estar aquí y ahora para que al final de ella podamos leer ese libro, sonreír y dar paso a nuestra infinitud.
Una vez más gracias por leer esta catarsis que resulta ser tan saludable en momento de demasiada sensibilidad como éste. Les aseguro que tengo muchas historias que contar pero quiero reservarlas para aquellos que quieran oírlas de viva voz.

Nos vemos pronto Bogotá.




________________________________________________________________
Thanks to all you guys for reading this even when Spanish is not your first language (no worries I can be confusing even to the Spanish speakers ha), I promise you I'll write a post when I can feel English is able to describe my feelings but right now it's not. Meanwhile, I'm gonna keep saying to you how thankful I am and how much I'll miss you. A piece of you is coming with me to Colombia. Thank you! 



jueves, 18 de febrero de 2016

In genui dad




Hay experiencias en nuestra vida que nos reafirman el camino o simplemente redireccionan nuestro andar. Estas experiencias llegan al azar, a veces sin que siquiera lo esperemos o pretendamos y otras veces son nuestras decisiones las que hacen que ocurran: sólo a través de una acción (una mínima acción/decisión): tomar, soltar, dejar (cualquier verbo que desee agregar)

Cada vez que una experiencia se nos presenta entran a jugar una serie de valores y parámetros bajo los cuales intentamos sortearla. Dentro de ellos se encuentran los resultados de las experiencias anteriores y la ingenuidad y espontaneidad con la que decidamos enfrentar la nueva que se abre ante nosotros.

Pero… ¿hasta qué punto una experiencia pasada puede frustrar nuestra posibilidad de afrontar ingenuamente (y por ingenuamente entiéndase la gran habilidad de abstraer lo genuino de cada una de las circunstancias)? ¿Hasta qué punto una serie de episodios anteriores pueden llegar a limitar, abstraer o mutilar nuestra casi obligada tarea de absorber lo real y veraz de nuestras experiencias?


Últimamente por mi cabeza ha rondado mucho esa palabra (ingenuidad) no sólo porque mis días están girando en torno a dos niños que me han enseñado que la imaginación es casi tan infinita como nuestro universo y que nuestra mente y las posibilidades que ella nos regala y nosotros a ella son tan amplias como nosotros queramos, sino porque sin tener 4 o 7 años estoy experimentando ingenuamente una circunstancia de la que nadie me habló antes y de la que no tenía ni idea cómo sortear. Vivir en Estados Unidos un país ENORME que nos lleva años por delante a los Colombianos, entender la manera en la que está organizado, estructurado y comprender someramente cómo funcionan sus dinámicas sociales y de poder (sobre todo), e incluso alcanzar a conocer parte de su lado oscuro me hace sentir una niña de 4 años en un mundo que estoy empezando a experimentar, estar expuesta a cualquier clase de reacción  y juicio del otro, cada vez que me relaciono, debido a mi actuar (mi conocimiento, mi idioma, mi manera de entender y percibir la sociedad y sus dinámicas) me hace sentir una completa ingenua, no porque me sienta si quiera en una posición inferior, y por favor si usted está leyendo esto le pido quite todo vestigio negativo que nuestra corroída sociedad le ha dejado a esa palabra, sino porque estoy intentando absorber verdad de todo esto. Así que día a día agradezco ese instante en el que decidí llevar acabo esa acción que cambió algunas perspectivas en mi vida y reafirmó otras: Tomar (un avión) dejar (ir) salir (de la zona de confort).

Después de darme a mí misma una respuesta (cosa para la cual muchas veces me siento a escribir) y como ustedes han podido leer en esta pequeña entrada, ¡NO!, ni siquiera la más fuerte de las experiencias pasadas, la que más nos haya aportado, enriquecido, engrandecido o incluso herido, puede llegar a robarnos la posibilidad de experimentar genuinamente nuevos episodios, porque sí, usted lo ha dicho en su mente, no hay experiencia repetida por más similar que parezca, es lo maravilloso de esta existencia, cada una de las circunstancias y episodios en nuestro andar se desarrollan en un único periodo de tiempo y espacio, probablemente la Lina de hace 3 años hubiese sorteado esta aventura de otra manera, o probablemente usted, que está leyéndome, si decide tomar la decisión que yo tomé vaya a responder de una manera totalmente diferente a la mía y a la de cada una de las personas que lo han hecho. Así que no hay nada que se interponga en mi decisión de tomar como cimiento en mi andar LA INGENUIDAD.

No tenga miedo de quedar como imbécil, no tenga miedo de que los otros se rían de usted, deje de estar preocupado por el qué dirá él o ella, ¿acaso ese niño de 4 años, mientras yo voy conduciendo a llevarlo a su colegio, se pone a pensar qué pensaré yo cuando lo veo jugando con sus dedos pretendiendo que es un superhéroe que va a combatir a los bandidos?


La vida es eso, quedar en ridículo, que los demás crean que somos unos imbéciles cuando en realidad lo que estamos haciendo es abstraer verdad de nuestras experiencias y permitiéndonos una y otra vez ser niños eternamente.


By: Ruth Orkin


¡Bonito e ingenuo andar!